La gestión de la bióloga y doctora Mabel Torres al frente del Ministerio de Ciencia, volvió al escenario de debate político. El también biólogo e investigador de la Universidad Nacional, Orlando Rangel, defiende su labor.
J. Orlando Rangel (*)
Nuevamente la labor de la doctora Mabel Torres, ministra de Ciencia y Tecnología, figuró como tema de debate, luego de que el senador Iván Agudelo -quien lideró la ponencia de la creación del Ministerio-, junto con otros colegas, le pidieran al presidente de la República apartar del cargo a la ministra porque no muestra resultados de su gestión -“liderazgo, planeación, ni política de ciencia que responda a las necesidades actuales.
Otros congresistas y parte de la opinión pública rechazan estas aseveraciones, que juzgan sectarias, sesgadas, con visos de segregación racista y reñida con la verdad, pues, por ejemplo, se desconoce la oportuna convocatoria pública de Minciencias para apoyar investigaciones relacionadas con la pandemia.
Aunque se trata de presentar la situación como un ejercicio de evaluación equilibrada de logros, es muy difícil ignorar que en el juicio de los senadores descontentos, probablemente influyó el no acompañamiento de la ministra a las cofradías o grupos políticos de poder y la condición de representar una región geográfica –Pacífico- con menguados indicadores de desarrollo económico, cultural y con grandes necesidades en cuanto a la calidad de vida de sus pobladores.
Es inconcebible que esta insensata situación se presente en nuestro país. Llevamos más de cuatro meses de confinamiento, de cambios abruptos en nuestra cotidianidad, ha sido una época que nos ha servido a la mayoría para reflexionar, para hacer retrospecciones sobre lo que hicimos, dejamos de hacer y quisiéramos hacer, si logramos ver la luz al final del túnel.
Estamos en pausa para aprovechar y evaluarnos y juzgarnos, de una manera sincera y transparente. Ha sido una ocasión para examinar nuestras actuaciones y las de los demás sobre el acontecer diario, sobre la manera como vemos el mundo y como se mueven las cosas en Colombia, pensando siempre en acciones edificantes.
Desafortunadamente, siempre hay excepciones y la actitud del senador Agudelo y sus colegas es un típico ejemplo de esto. Exigirle a una ministra que lleva 6 meses de nombrada, cuatro y medio de los cuales prácticamente han sido tiempo de inacción para todos no debería caber en la cabeza de una persona que realmente dimensione los retos a asumir en la promoción del desarrollo apropiado de la ciencia en Colombia.
Aquí surge la pregunta sobre porque los colombianos seguimos siendo tan caudillistas, esperando siempre un Mesías que nos muestre el camino ideal. Seguimos pensando que una persona debe dirigir el proceso total, desconocemos el trabajo en equipo, si queremos hacer realidad, al menos unos cuantos logros.
Es el momento de rodear el trabajo de la ministra, promover la sana y transparente conformación de las comisiones asesoras, sobre la base del diálogo con todos los actores con vínculos genuinos con la investigación científica.
Se requiere conocer con precisión cuál fue el punto de partida, qué recibió, en qué forma y, sobre todo, cuáles eran las perspectivas de materialización de las iniciativas heredadas por la ministra, quien no puede tener un plan de ciencia.
Lo ideal es que se recojan las sugerencias de la comunidad científica, de las diferentes academias con implicaciones en la generación de conocimientos y de las universidades que constituyen la columna básica de la investigación científica en cualquier país. Las propuestas resultantes servirán para que la ministra con la dirección del presidente y la participación del equipo de gobierno delinee “la política a seguir”.
No es sano pretender que la visión de sectores (académicos o políticos) quieran imponerse bajo el ropaje de una representación amplia de la sociedad. Es conveniente hacer un alto en este tortuoso camino que estamos transitando, para lo cual es indispensable, despojarnos de las veleidades, egos y posiciones personales que nos hace poseedores de verdades absolutas.
No debería continuar esta absurda cruzada de desconocer las calidades académicas de la ministra y así generar las condiciones para ensombrecer y crear mantos de duda sobre una gestión que en tan cortísimo tiempo de haber despegado es imposible que muestre resultados que satisfagan a todos. Si una consideración similar se efectuara respecto a todo el equipo de gobierno del presidente Duque, tendríamos que pasar a la palestra a casi todos los ministros, inclusive al gobierno colombiano y por extensión a todos los gobiernos del mundo que han enfocado sus energías a encontrar las maneras para sobrevivir a esta catástrofe.
Considero gratificante la oportunidad que se nos dio como nación con el nombramiento de una profesional que conoce las riquezas naturales, especialmente la biodiversidad del país y que es consciente de que este excepcional capital natural (el país más rico en biodiversidad del globo) debe constituir la base fundamental para buscar otras vías de desarrollo que conserven nuestro entorno y cuyos réditos de explotación sostenible permitan mejorar la calidad de vida de la mayoría de los colombianos. Su continuidad al frente del ministerio merece nuestro respaldo y debe prevalecer por encima de los intereses sectarios.
(*) Profesor titular de la U. Nacional de Colombia, Investigador emérito Colciencias
